Cuando uno oye hablar de la IA en la televisión o la radio, principalmente escucha grandes noticias que auguran un futuro prometedor, muchas veces cercano a utopías de ciencia ficción. El ser humano pocas veces antepone la razón al avance imparable de la técnica. Es habitual vernos tan abrumados por la cantidad de buenas noticias acerca de una novedad que podemos llegar a perder esa parte analítica, necesaria para poder sacar lo mejor de esta novedad sin que acabe resultando perjudicial para todos.

José María Lassalle es un destacado académico, político y escritor español que comprende la seriedad de este tema. Fue secretario de Estado de Cultura entre 2011 y 2016 y secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital entre 2016 y 2018, durante los gobiernos del Partido Popular. Además, es autor de varios ensayos sobre filosofía política y tecnología. Conocido por sus aportaciones en temas de derechos digitales, inteligencia artificial y el impacto de la tecnología en la sociedad, el académico mostró a Insights durante su charla en las oficinas de PROA su visión de los tiempos actuales y cómo debemos acercarnos a estas nuevas tecnologías.

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No es un problema nuevo

En contra de lo que comúnmente se piensa, la IA no es algo novedoso inventado por OpenAI hace unos pocos años, sino que es un invento con el que ya trabajaban figuras tan relevantes como Allan Turing hace más de 70 años. El propio nombre del matemático  sirve para referirse al famoso test de Turing, una prueba creada para detectar la capacidad de una maquina para tener un comportamiento inteligente similar o idéntico al humano.

Sin embargo, esta tecnología comenzó a desarrollarse hace años, allá  por el 2008, debido al cambio que se produjo en el sistema capitalista. "Pasamos de un capitalismo centrado en la producción a un capitalismo cognitivo, centrado en usar el conocimiento y los datos para anticiparse y/o  generar la necesidad en el consumidor", explica el académico cántabro. Este cambio en la manera de entender el sistema requería de tecnologías como las bases de datos, los algoritmos y la IA para poder procesar la masiva cantidad de información necesaria para anticiparse al deseo. Con la ayuda de los datos que proporcionan los cientos de millones de dispositivos electrónicos que existen, se puede explorar las necesidades de casi cualquiera.

Este pistoletazo de salida al desarrollo de una IA cada vez más avanzada (fuera también del tratamiento de big data) siempre estuvo impulsado por una idea utópica, que para Lassalle es "la intención de replicar cerebro humano sin sus imperfecciones". Estas serian lo que nosotros conocemos como errores o  influencia de las emociones, los elementos más humanos que nos separan de la maquina. Con la aparición de un nuevo avance en el sector casi a diario, la visión de la IA como una herramienta de trabajo ya se ha instaurado en muchas profesiones. Aunque es cuestión de tiempo que su irrefrenable avance supere el limite de la herramienta y pase a ser el propio realizador del trabajo.

"No nos encontramos ante una tecnología facilitadora como la locomotora o la máquina de vapor, sino ante una potencialmente sustitutoria. Esta trata de imitar el pensamiento humano y afecta directamente a las dinámicas sociales y de trabajo." sentenció el ponente. 

 

Previsiones

El avance y las expectativas de este son tales que, entidades como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) asegura que,  para 2094, el ser humano será sustituido en todas las tareas actuales. Por otro lado, empresas como OpenAI también especulan que, para el 2033 (menos de 10 años) el 80% de las tareas profesionales estarán afectadas por la IA, "será herramienta que condicione el trabajo" añadió Lassalle. Países con China aseguran que para 2050 alcanzará una IA lo suficientemente fuerte y compleja como para crear estados mentales, dilucidando cada vez más la barrera entre humano y máquina.

Ante este panorama, Lassalle sentenció que "tenemos 70 años para encontrar qué valor nos hace insustituibles frente a una máquina". Para el académico, la respuesta a esta pregunta esta en el propio ser humano, que debe volver a ser "la medida de todas las cosas".

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¿Qué hacemos?

Ante una técnica desbocada en su propio frenesí evolutivo, la única solución viable es una "reconciliación con el humano". Para el ponente, es imprescindible una revalorización del factor humano a la hora de entender la nueva tecnología. Para ello, es  vital el "desarrollo de una filosofía y una ética centrada en el propósito más que en los riesgos". Pensar qué finalidad tiene una tecnología, más que cuáles son los posibles riesgos al crearla, puede permitir un mayor control humano sobre la técnica, algo cada vez más complejo en un mundo donde los números dictan las acciones.

Para desarrollar esta ética, Lassalle opina que es necesario impulsar la educación en pensamiento crítico en los más pequeños. Fomentar el desarrollo de mentes curiosas pero independientes, capaces de plantearse debates éticos necesarios a la hora de potenciar una tecnología. De esta forma, podremos crear "una superestructura humanística" que contenga, en la medida de lo posible, la estructura técnica.

El desarrollo técnico sin la mirada y la influencia de lo humanístico está condenado a volverse en contra del propio individuo, por lo que la vuelta a una educación centrada en el humano es imprescindible para que esta tecnología no nos sustituya. Como citó Lassalle al acabar la charla, "el mejor ingeniero es el que es algo más que ingeniero".